Soren, la ficción como problema

Soren es el trabajo más “personal” y “libre” de Juan Carlos Valdivia en sus propias palabras. Es con estos dos puntales en los cuales quiero ahondar este escrito.
1 Normalizar lo cholo
Franz Tamayo invento una metáfora visual para poder sobrellevar el problema del cholo, el cuerpo del indio, su energía, encabezada por el blanco, serían el cuerpo ideal que habrá que educar y con ello salvar a la nación. Javier Sanjinés con esa lectura nos orilla a pensar en el anclaje racista y profundamente   paternalista de una intelectualidad boliviana del siglo XX. La novela de principios de siglo establecerá toda una tipificación ficcional de los caracteres y formas de las diferentes clases y razas, ese fruto de una élite endogámica y fracasada en sus aspiraciones nacionalistas, conservadora de su legitimidad aristocrática, rival de los apetitos espurios de lo cholo, desdeñará a éste grupo social y lo pondrá como un elemento a combatir. Es curioso que ahora el cine, Soren, nos muestre a un cholo refinado, educado, en una sociedad en la cual ya no es un elemento a combatir sino más bien es celebrado, con resistencia silenciosa. La metáfora tamayana es total por la ficción cinematográfica, es culto, habla más de un idioma (Español, Inglés y francés) y ha olvidado o así lo aparenta, su idioma originario, más no se hace problema de jactarse de sus riquezas, y progenie cuando esta borracho.
En este juego ficcional, hagamos una identificación para que podamos hacer una lectura. Paloma, la esposa, es una mujer cruceña que ya no puede volver a su tierra porque ha optado por casarse con un panadero cholo que la familia detesta. ¿Por qué lo ama, por qué lo odia?, son secretos de la KGB, la película nunca nos da elementos para poder dilucidarlos, es diseñadora y en una pasada en un cholet, se ha encontrado con este seudoindiecito lindo y carismático que parece que coge bien. La ausencia de humanidad y el exceso de libertad hace que nunca tengamos claro cuál es la necesidad de Paloma, la necesidad existencial, ¿la angustia de la libertad? (Kierkegaard for dummies).
Soren aparece, es una especie de chamán nómade, sabio y todo lo que se nos pueda ocurrir para un extranjero barbón, esa representación de lo extranjero como oráculo es el canon social de una élite encerrada en sus montañas, o por simple oposición, trajinando sus bellos paisajes.
2 llenar los espacios
Foucault decía que la historia de los lugares podría ser fácilmente la historia del poder, y Valdivia con su mirada, la ficción de un lugar llamado Bolivia, nos muestra los lugares que todo habitante del mundo debería conocer. Esa ficción del poder de los financiadores, el Ministerio de Comunicación para ser más exactos, nos lleva a todos los lugares hermosos, la Bolivia for export, es por inferencia directa que podríamos decir que para Valdivia (Ministerio), somos un paisaje hermoso ya que hemos dado un lugar a los marginados y es posible que podamos disfrutar de nuestros paisajes sin quejarnos. Simple afirmación,  imperativo de producción fútil, es tal vez el único argumento que se me ocurre para lo que desemboca, no hay intimidad, aparte de lo sexual, casi por cumplir, el reto más grande del cine es justamente con todo lo exterior hacer que podamos tener profundidad, algo que no ocurre en Soren. 
Y en esta triada de besos, sexo y palabras, el cholo normalizado es inofensivo, hasta ingenuo, enamoradizo, tímido, derrochador, feble. Estilizado no es más que una caricatura que baila sobre un fondo de haces de luz multicolor. La mujer extraída por “amor” de su ámbito materno es un ente que huye, busca refugio en un pajpaco extranjero que dice aforismos de Paulo Coelho en inglés o francés. Paloma necesita (¿?) algo más que sexo y nosotros con ella tampoco encontramos mucho. Valdivia nos llena el espacio de la pantalla entre el 4:3 de las parejas y el 16:9 del paisaje de una manera obvia, nos da selva, cuerpos, movimiento sin lograr ahondar en emociones.
3 Ir por la autoría y caer en el lugar común
En una estructura “libre”, en este caso episódica, el establecimiento de relaciones claras, por más complejas que puedan ser, ayuda a que podamos empatizar con las emociones que vemos en pantalla, en cambio Soren, opta por lo superficial de la ficción (acción siempre acción), es decir que las elipsis, lo que no vemos y que debemos imaginar, son tan trabajosas y difíciles de hilar que uno pierde el interés de hacerlas, si bien Soren se adentra en la tradición más fuerte del cine boliviano, como es el viaje, lo hace de la mano de un hombre, irregular en sus consejos, solemne como niño de hora cívica, incoherente en sus afirmaciones tan seguras para un ser en tránsito, que la película pierde en profundidad y gana mucho en paradoja. Soren, con un pobre conocimiento del mundo hace que su imagen no ayude a construir el relato audiovisual, es inverosímil.
Y es que no es solo un problema de Soren, es un problema de puesta en escena. La disposición de todos los elementos que construyan y la manera en que nos los brinda no cumplen el mínimo pacto con el público, el “autor”, se ha tomado la libertad de poner todo lo que considera necesario para contar esta historia, pero no ha sublimado su entorno, su trabajo creativo adolece de mucha investigación. Lo real cinematográfico en pantalla se parece tanto a lo real cotidiano que, para entrar en el pacto de verosimilitud de esta ficción chola sin tensiones necesita más trabajo y no solo actuaciones y registro HD. El cuidado de los diálogos es muy precario. La falla más grande, siguiendo los preceptos de la poética aristotélica, es la coherencia, inclusive si los personajes son disruptivos, la verosimilitud es un tema que aquí brilla por su ausencia, es ahí donde la ficción es un problema, cuando el demiurgo en un acto consciente de su poder creador, olvida el pacto con el público. El mundo ideal (ficcional) que muestra Soren, esta tan plagado de estereotipos, empezando por el tema de las relaciones, la pareja se casa con la aquiescencia de las familias, no vemos resistencia y podríamos pensar que solo es un tema de conveniencia, pero es solo una línea de Guión, no tenemos más elementos para saber; da para preguntar, Valdivia por mínima honestidad intelectual ¿ha leído a Ximena Soruco y su trabajo sobre lo cholo?, ¿ha leído a Javier Sanjinés ya no en el grotesco social sino en el espejismo del mestizaje?, solo por ser temas que aborda y que no necesita hacer una tesis doctoral, pero sí se reclama autor de una obra y sabiendo que las ideas surgen en el diálogo de otras ideas, por lo menos dando cuenta del entorno en el cual quiere que su personajes adquieran humanidad y no sean informes espacios móviles que llenan la pantalla, podría cuestionar, criticar o asumir esos insumos para su trabajo creativo, o ¿es más bien el acto de autosuficiencia creativa post ola francesa?.
4 Olvidemos
Quiero cerrar este escrito, hablando de las tradiciones narrativas, hoy que se enarbola de manera tan férrea la necesidad del Guión, quiero recordar a Jean Claude Carriere, “para que una película surja debe morir el Guión”. Solo un escrito que quiere alcanzar la imagen no basta, y en muchos casos sobra.
Quiero recordar, ya que viene al caso, una olvidada tradición teatral del incario, el wanka y el arankay, esa necesidad nuestra de saber las glorias que ocurrieron en nuestro pasado y también evocar las grandes enseñanzas de nuestros ancestros. Junto a la imposición colonial del español nos legaron la estilizada manera de ver nuestras enseñanzas morales en el teatro. Es con ello que nuestra larga manera de representar nuestros problemas y establecer nuestros pactos culturales, de la cual el cine es deudor tangencial, ha buscado formas acordes, respondiendo a su tiempo y contribuyendo a nuestra tradición narrativa, habrá que retomar muchos de los preceptos que fueron estableciéndose, y sobre todo ver como se han fusionado transformado y reinventado en nuestras manifestaciones culturales. Valdivia filma como si no hubiéramos leído Raza de Bronce o que no hubiéramos visto Yawar Mallku, la ficción se vuelve un problema cuando cree que es la primera.  juan alvarez-durán

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