Escuela de cine y soberanía audiovisual


Un aspecto hoy cambia nuestra dinámica de trabajo en el audiovisual boliviano, el inicio de un programa de formación profesional desde la universidad pública.
En este sentido, lo que deberíamos trabajar como gremio es justamente el reflexionar sobre el tipo de profesionales que vamos a empezar a formar y establecer por fin un sistema del cine en Bolivia que nos permita mejores condiciones de trabajo.
El Estado se hace presente en la formación de profesionales en el ámbito audiovisual. Si bien hubo antiguas experiencias de estudios cinematográficos dentro de la Universidad Mayor de San Andrés, nunca pasaron de ser unos talleres anuales. Este programa académico que hoy plantea la Universidad, contempla una titulación a nivel de licenciatura, logro que en las anteriores versiones no se alcanzó, debido a la arremetida de la dictadura.
Siendo un primer paso tener gente formada, deberíamos complementar este sistema de producción para obtener condiciones en las cuales los nuevos profesionales y quienes ya se desempeñan en el ámbito, puedan lograr ejercer de manera digna el conocimiento adquirido y así tener experiencias satisfactorias en su desarrollo profesional. Si no creamos políticas de largo aliento que permitan ese desenvolvimiento, la universidad será otra vez una noria solitaria y gastadora de recursos.
Lo que nos permite un programa de formación desde una instancia pública es discutir el modelo de producción que debemos promover. Por experiencia, veo la falta de reflexión de los productores sobre lo que deben enseñar (promover); un modelo industrial típico no es algo que esté acorde a nuestra realidad, ni en el corto ni en el mediano plazo tendremos una industria del cine en Bolivia. Nuestras características socio culturales y económicas, nos deben hacer reflexionar sobre la posibilidad de un modelo acorde. Debemos ser capaces de inventar un modelo que satisfaga nuestras necesidades audiovisuales, tanto en la producción como en la comercialización. Hemos estado a merced de la copia de modelos productivos extranjeros, nuestra primera batalla por la soberanía audiovisual debería ser pensar en nuestras soluciones desde Bolivia. No podemos permitir que el Estado, en este caso el gobierno de turno, lidere ese trabajo. Debemos ser nosotros los que promovamos ese tipo de discusiones y también seamos lo suficientemente hábiles para resolver nuestros problemas.
Eso implica un cambio en la normativa. Venimos zigzagueando la aprobación de una nueva Ley del Cine, pero ese es un primer elemento, no el único. El establecimiento de condiciones laborales reglamentadas no debe enfocarse solo en el tan ansiado Fondo de Fomento Cinematográfico, sino también en un acápite en la Ley General del Trabajo en donde esté estipulado el tiempo laborable y la remuneración básica que un profesional, técnico o de cualquier índole del sector audiovisual debe trabajar. Nos hace falta también una amplia discusión con los medios de comunicación, los canales de televisión, darles condiciones de producción e incentivo para su inversión en la producción boliviana. Una normativa clara en cuanto a mecenazgo, atender de cerca el tema de los impuestos y aduanas que permiten nebulosas mafias corporativas dentro de la gestión del Estado. Nos hace falta quienes aporten al cine en Bolivia, nos falta madurar como gremio y estar a la altura de nuestro tiempo.
Nos hace mucha falta un ente regulador desde el Estado que pueda permitir una institucionalidad mínima, en cuanto a políticas en el ámbito audiovisual, creación de verdaderas comisiones fílmicas en cada región, promoción de nuevos realizadores, acceso a archivo y restauración de material fílmico, etc. Debemos aprender de nuestros errores como gremio; el principal es el amiguismo que ha quebrado el Fondo de la ley vigente, sí vamos a entrar en la dinámica de profesionalizar y reconocer el medio, debemos adquirir practicas profesionales y de respeto institucional. Esa institucionalidad será posible si dejamos de vernos los egos y atendemos a una necesidad mayor: la soberanía audiovisual.
Un factor que esta institucionalidad debería promover como aspecto de similar importancia es el de la crítica, promover investigaciones y darle una institucionalidad real y efectiva a una Cinemateca por demás agonizante por falta de recursos y de ideas. La gestión actual se ha abocado a programar producción boliviana aparentemente sin criterio establecido, vender boletos es lo que menos debería hacer una Cinemateca!. Es un agujero negro el plan que tienen para la recuperación de los archivos; si bien es buena la idea fundante cuando se creó, habrá que evaluar si el cumplimiento de su principal tarea, fue logrado a cabalidad y si se justifica seguir en ese modelo de gestión. La crítica y la Cinemateca deberían promover actividades en las cuales podamos descubrir lo que se ha hecho en este país. La formación de nuevos críticos y su ejercicio constante van a ayudarnos a evidenciar y dilucidar esos problemas tan anclados en nuestro cine: buenas ideas que terminan en malas películas. Como gremio nos hemos aplazado en estos temas.
Nos falta un montón de trabajo, de reflexiones profundas, de dejar la adolescencia de los viejos dinosaurios que no han entendido que el cambio tecnológico los ha dejado fuera de toda posibilidad de esgrimir el argumento de cineasta de cinta.  Debemos, como realizadores, asumir los errores que hemos cometido como país. Es momento de pedirle al Estado condiciones de trabajo dignas, respeto a la profesión. Es momento de aunar esfuerzos por hacer un cine de calidad que responda a nuestras exigencias como sociedad, en equilibrio con lo que sucede en el mundo. Es momento de salir del atolladero de la improvisación y del estado de extrañamiento enmarcado en la fórmula, ya sea comercial o del gusto europeo. Habrá que promover nuevas maneras de hacer películas, superar nuestra tan deficiente formación de actores. Debemos aprovechar la creación de un ambiente propicio para que la imaginación nos sorprenda, es momento de dejar la anomia, y que realmente podamos implosionar este momento aciago y volverlo prometedor.

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