Un panorama del cine en Bolivia

Continuando en la línea de Sebastián Morales escribo éstas líneas. Lo hago en mi calidad de jurado del premio Eduardo Abaroa y esbozo un posible escenario en el cual estamos hace varios años con el posible cambio de normativa.
La competencia de cortometraje documental tuvo 34 postulantes, trabajos de diferentes puntos del país fueron enviados con la ilusión de ser vistos, valorados y premiados. En ésta primera etapa cada jurado por separado reviso los trabajos y eligió hasta 3 trabajos en cada categoría, la elección era difícil, no por la cantidad sino por la pobreza en las propuestas que se presentaron, en la mayoría de los casos los problemas eran de orden conceptual, todos caían en el reportaje, entrevistaban a un grupo de personas, articulaban un discurso coherente y acompañaban todo con una música “acorde”. La evidencia de un referente televisivo había mermado toda creatividad, otra evidencia es que los realizadores de cortometraje documental no ven cine documental. Era triste comprobar que las temáticas abordadas perdían fuerza porque no había un trabajo coherente de recursos utilizados. La ausencia de reflexión sobre los elementos que se tenían a disposición y las temáticas expresadas, denotaban una pobreza de propuesta que nos puso en aprietos. La mayoría utilizaba, entrevista y música, de manera arbitraria, casi por obligación, convirtiendo el panorama del cortometraje documental un horizonte plano, monocorde y en muchos casos temas muy bien investigados, terminaban siendo malos reportajes, podrían haber hablado de quinua o de mujeres, el tratamiento era el mismo, la creatividad estaba ausente. Elegí para esta primera instancia dos trabajos: Mirando al Espejo y Durazneras, ambos trabajos sencillos en su concepción, el primero con un uso del silencio muy preciso, el segundo con una fuerza en la emoción muy fuerte. Ambos me gustaron desde un principio porque tenían algo que los otros adolecían, había confianza en la imagen, el reportaje prioriza el discurso y eso hace que merme su fuerza visual, la entrevista como recurso principal adolece de posibilidades expresivas, un busto parlante (talking heads) es la mejor manera de obtener información, pero tal vez sería bueno posicionar al documental dentro del cine como arte de la imagen.
En la reunión con los otros jurados, Victoria Guerrero y Ramón Grimald, un hado dificultoso y moroso en su resolución se avizoraba, la promesa de una jornada larga. Sin embargo, dadas las pocas coincidencias en nuestras elecciones, las discusiones se pusieron a tono, se defendió tímidamente el reportaje, ahí la diferencia salto evidente, el acuerdo por los ahora ganadores fue unánime. Una recomendación que pusimos es la que se potencie, en éste caso, la formación, que se de valor al proceso antes que el resultado, entendiendo el cortometraje como una etapa importante en la formación de nuevos realizadores, es por ello que buscar asociar a esta categoría a los centros de formación puede ser una solución de corto y mediano plazo.
En otra orilla de éste río, estábamos embarcados en la elección de la mejor película de largometraje, aquí el panorama era sorprendente, 14 largometrajes, saludable desde todo punto de vista, acaparaban la producción La Paz y Cochabamba, había trabajos de Chuquisaca y Santa Cruz brillaba por su ausencia, interesantes datos para sondear lugares bullentes de producción; para ser un país que no tiene un fondo estatal nacional y que premia un proyecto desde la anterior versión del premio, es notorio que hay un ímpetu por decir cosas y que no llegan a buenos puertos por falta de muchos factores. Hagamos una distinción entre ficción y documental, ya que el premio lo establece. Empecemos con la ficción, la revisión fue costosa, la evidencia de que experiencia no es sinónimo, para mal nuestro, de mejores propuestas, fue una constatación del mal estado de nuestro cine.

Siguiendo la metodología establecida por la organización del premio, escogimos tres películas por categoría y otra vez las coincidencias eras escasas o nulas, aquí me interesaba escuchar los argumentos para la elección de ciertas obras. Coincidimos en señalar que, en cuanto a propuestas, narrativas, estéticas o de cualquier índole, había poco y que de ese minúsculo grupo de películas se preselecciono lo más rescatable. Luz en la Copa, proponía algo interesante y lograba una película integral, tanto por su manera de manifestarse, como en su forma de producción. Las otras propuestas se adentraban en la convención del guión y la puesta en escena del cine clásico. Uno de los primeros problemas que evidencie hasta las películas más apegadas a la formula, por decir Engaño a primera vista, eran de guión, estar muy apegados a la formula les hacía perder fuerza, o bien todas elaboraban una propuesta narrativa que no pasaba de una presentación de personajes y en algunos casos nunca salían de una caricatura como en el caso de Juana Azurduy. Un problema evidente y encadenado a la posibilidad de verosimilitud era el de los actores, en donde la propuesta del CEFREC (El misterio de Nixhi), adolecía de una manera clara en cuanto al uso de la representación, los personajes no construían un corpus coherente y la película perdía en todo sentido. Para suma de males Boquerón evidenciaba que solucionar los problemas de producción con aportes de la empresa privada y pública no son prenda de garantía para una buena película; podríamos hacer una lectura de cada una de las que postularon, pero encontraríamos argumentos reiterados de la puesta en escena, el guión el montaje o los personajes.
Es considerable que se hagan muchas películas en un año, es considerable el esfuerzo de cada uno de los realizadores, pero es bueno hacer un análisis separado de la producción y de la propuesta, para hacer un análisis más o menos integral del problema. Aquí es pertinente evaluar, la formación de los realizadores, los medios de producción, la capacidad de crear un equipo profesional, aspectos que son inmanentes a la realización de una película, y valoremos el talento, esa cosa inasible que se manifiesta de maneras particulares.
En cuanto al documental, el problema repetía en muchos casos los argumentos del cortometraje, las obras que sobresalían sin mucho esfuerzo eran Nana y Quinuera, sobrias y coherentes hacían un buen uso de sus recursos, Quinuera al ser casi una obra de encargo rozaba el documental institucional, gano la convocatoria DOCTV por Bolivia, pero resolvía de manera satisfactoria ese escollo. Las demás obras adolecían de propuesta, muchos eran un armado de muchos reportajes sin ritmo ni propuesta como Los archivos de la Abuela, otros rozaban con la parodia sin ser conscientes de su factura ni su estética como Dioses de Metal, en si el riesgo en el documental está ausente, es bueno recordar que mucho tiempo el género documental fue considerado experimental, algo que los cineastas bolivianos parece que no saben. Nana es una obra ambigua, ya he escrito sobre ella, pero gano por su simpleza, su frescura y su potencia política, algo que con los jurados acordamos sin mucho esfuerzo, valorando sobre todo la juventud de la realizadora.
Por todo lo expuesto de las obras presentadas al único premio nacional que hay en cine creo que es bueno evaluar la situación actual de nuestro cine, es una parte, ya que como hemos visto el cine de varias regiones o no participa o no existe, Beni y Pando son un enigma, ¿Santa Cruz seguirá viendo muy colla el premio? algo sobre lo cual habría que investigar.
Primero un estamento de formación ayudaría a crear una línea de trabajo básica para la producción de películas, esa reflexión está ausente en la UMSA, por ejemplo, que al día de hoy tiene a dos facultades en disputa por tener una carrera de cine, encadenado a esto está el tema de recursos, no solo económicos, se puede crear una política de incentivos fiscales o de diversa índole si es que nuestro modelo es comunitario, algo que ni el CEFREC ha llegado a esbozar. Las posibilidades son muchas, pero hay que pensar de manera holística, construir un sistema de cine, a todos los niveles, vemos que su ausencia le está jugando feo a nuestro cine y no es solo una tarea del Estado, cambiar la ley no hará que hagamos mejores películas, eso sería iluso. La crítica y la investigación son un pilar esencial, si no sabemos que se ha hecho y evaluarlo con parámetros mundiales y aportar con nuestras particularidades; y es bueno mencionar de paso esa idea de museo del siglo XVIII que tiene la Cinemateca, ese celo que no quiere mostrar el patrimonio que tiene restaurado y clasificado, hará que muera de pie y casi en el olvido. En cuanto a difusión y distribución interna e internacional, algo que se vuelve un cuello de botella en todos los países, nuestro país debería incentivar en esta parte a los canales de televisión para hacer que se asocien para producir, esa mentira descarada de los canales que dicen que su producción es enteramente boliviana, lastima. Un trabajo que no se hace y que tiene que ver con los festivales, cineclubs y la escuela, es la formación de públicos, algo que dejamos bajo el título de mercado, un enfoque paradójico si es que al mismo tiempo hablamos de soberanía y nacionalizamos nuestros recursos naturales, se vuelve hasta antitético si es que se sigue enseñando a los jóvenes con parámetros inadecuados a nuestra realidad socio histórica, si no somos capaces de entender la complejidad e importancia de todos estos aspectos, la revolución cultural nunca ha empezado.




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